Comentario
Hace años que un eminente arqueólogo clásico, G. Rodenwaldt, dedicó un minucioso estudio a un relieve minúsculo del entonces Museo Laterano (hoy Vaticano), procedente sin duda de una sepultura. El protagonista debió de ser en su día un dominus factionis, responsable del equipo de uno de los cuatro colores que se disputaban los premios y la gloria de las carreras del circo. El representado aquí es el Circo Máximo, con su célebre obelisco de Augusto, sus metae, carceres y demás signos distintivos. En él se encuentra el homenajeado, a tamaño muy superior al de todos los demás integrantes de la escena: su mujer, quizá la donante, mucho más diminuta que su marido, como si fuese una donante medieval; una cuadriga a todo galope, con caballos parecidísimos y en la misma actitud que muchos de los del pedestal de la Columna de Antonino; un jinete del equipo, en un caballo que es la mitad de los de la cuadriga; un muchacho mojando la pista para fijar la arena; el mismo auriga otra vez, ahora con la palma del vencedor en la mano...
¿Qué podía sorprender en este relieve a un arqueólogo clásico? La poliperspectiva del escenario y la vista de pájaro de buena parte de él; la desproporción entre las voluminosas cabezas y los correspondientes cuerpos; las cuatro escalas de los cuatro personajes principales (marido, mujer, auriga, jinete), rasgos que acaso chocan en esta época, pero que estaban llamados a perdurar al socaire del gran arte oficial e incluso a cobrar importancia cuando aquél desapareciese. El protagonista murió de viejo en tiempos de Trajano cuando éste rehabilitó los retratos de época republicana como la memoria de quienes estaban en ellos representados.
Pero no todos se conformaban con tan simpáticas muestras del arte popular, no un auriga que había sido más de mil veces primero, tanto vistiendo la casaca de los verdes como la de los azules, y ganado 1.127 palmas. Su nomen de Aelius delata su procedencia de la casa imperial de Adriano, de la que su padre sería liberto; él, nacido ya libre, se llamaba Publius Aelius Gutta, y tenía dinero suficiente para hacerse en vida, en la Via Flaminia, un mausoleo con un relieve de mármol de Luna, de cerca de nueve metros de ancho por tres de altura, del que se conservan partes de tres cuadrigas de tamaño natural.
Los caballos iban acompañados de sus nombres, nombres que como los de los aurigas estaban en boca de todos. Aquí se conservan los de Palmatus, Sphodra, Cosuphus y Philodamus. Los caballos llevan los brazos ceñidos con bandas enrolladas, tal vez de los colores de sus equipos. Sus figuras se inspiran en modelos griegos, pero con la musculatura acentuada al gusto romano. De los aurigas se conserva menos, y de ninguno de ellos la cabeza, de modo que no alcanzamos a conocer la fisonomía de Gutta, pese al gasto que hizo para mantener viva su memoria. Probablemente fue contemporáneo de Antonino Pío, enterrado muy cerca de él, en el Mausoleo de Adriano.